Spanyol: Az Inkák kora: LA EXPEDICION DE TUPAC YUPANQUI

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UAn capítulo de la obra de Federico Kauffmann Doig: "Historia y Arte del Perú Antiguo". Tomo 5, dedicado a la expedición marítima del inca Túpac Yupanqui. Un viaje que según los más connotados especialistas en la historia del Perú Antiguo (incluyendo Kauffmann), fue un suceso real, aunque no se haya determinado aún el lugar exacto adonde arribaron el inca y sus hombres.



PROYECCION MARITIMA: LA EXPEDICIÓN DE TÚPAC YUPANQUI

De acuerdo a los cronistas Pedro Sarmien­to de Gamboa y Miguel Cabello Valboa, el inca Túpac Yupanqui (Topa Inca o Túpac Inca Yupanqui) habría organizado una expe­dición marítima partiendo de algún punto del litoral del Pacifico situado en territorio de lo que hoy es Ecuador y que por entonces formaba parte del Incario. También esta jornada fue co­mentada por Martín de Múrua (1560-1611), aunque de manera sucinta y sin agregar nada sustancial.

Los cronistas Cabello y Sarmiento recogie­ron el relato independientemente y en regiones apartadas unas de otras. Este hecho es impor­tante tener en cuenta, puesto que a pesar de es­tar diferencias coinciden básicamente en todo. Ninguno de ellos, incluyendo aquí a Murúa, dudaban de que se trataba de un acontecimien­to real.


Pedro Sarmiento de Gamboa obtuvo su ver­sión en el Cuzco, cuando por orden del virrey Toledo elaboraba un pormenorizado informe sobre la historia del Incario (Sarmiento de Gamboa 1572). En lo que toca a Cabello Valboa (1586), este cronista recogió su relato entre 1571 y 1581 durante su estancia en la costa pe­ruano-ecuatoriana o tal vez en Quito (Valcár­cel 1951).


La memoria colectiva recordaba que nave­gando sobre numerosas balsas, dotadas de velas, la flota dispuesta por Túpac Yupanqui se internó mar adentro hasta abordar, meses después, dos islas: Auachumbi y Ninachumbi. Sar­miento de Gamboa advierte que éstas serian las que divisó personalmente, a lo lejos en 1567, cuando navegaba por el Mar del Sur bajo las órdenes de Álvaro de Mendaña. Por su parte Cabello Valboa se lamenta, que éstas no se hu­bieran identificado geográficamente.
Hernando Urco Guaranga, el informante de Sarmiento, aseguraba haber participado en aquella hazaña. Los trofeos trasladados al Cuz­co desde las lejanas islas, habrían sido depo­sitados en el colosal templo de Sacsahuaman; cuando hacia 1572 Sarmiento interrogaba a Ur­co Guaranga, era éste quien conservaba parte de los mismos. La tradición recogida por Sar­miento, tanto como por Cabello Valboa, señala que el botín habría consistido en “mucho oro y una silla de latón y un pellejo y quijadas de caballo”, además de “Yndios prisioneros de co­lor negra”.

1. El relato de Sarmiento de Gamboa

La versión de Sarmiento de Gamboa (Sarmien­to de Gamboa 1572, cap. 46), está basada en los datos que le proporcionó el cuzqueño Urco Guaranga, así como también en informes complementarios que recogió en el Cuzco. Su rela­to es como sigue:

“Y andando Topa Inga Yupangui conquis­tando la costa de Manta y La isla de la Puna y Túmbez, aportaron allí unos mercaderes que habían venido por la mar de hacia el poniente en balsas navegando a La vela. De los cuales se informó de la tierra de donde venían, que eran unas islas, llamadas una Auachumbi y otra Ni­nachumbe, adonde había mucha gente y oro. Y como Topa Inga era de ánimo y pensamien­tos altos y no se contentaba con lo que en tierra había conquista, determinó tentar la fèliz ven­tura, que le ayudaba por la mar. Mas no se cre­yó asi ligeramente de Los mercaderes navegantes, ca decia él que de mercaderes no se debían los capas asi de la primera vez creer, porque es gen­te que habla mucho. Y para hacer más información, y como no era negocio que dondequiera se podía informa dél, llamó a un hombre que traia consigo en las conquistas, llamado Antar­qui, el cuaL todos éstos afirman que era grande nigromántico, tanto que volaba por los aires. Al cual preguntó Topa Inga si lo que los mer­caderes marinos decían de las islas era verdad. Antarqui le respondió, después de haberlo pen­sado bien, que era verdad lo que decían, y quél iría primero allá. Y asi dicen que fué por sus artes, y tanteó el camino y vido las islas, gente y riquezas dellas, y tornando dió certidumbre de todo a Topa Inga.
El cual con esta certeza se determinó ir allá. Y para esto hizo una numerosísima cantidad de balsas, en que embarcó más de veinte mil soldados escogidos. Y llevó consigo por capita­nes a Guaman Achachi, Conde Yupangui, Quígual Topa (éstos eran Hanancuzcos) y a Yancan Mayta, Quizo Mayta, Cachimapaca Macus Yu­pangui, Llimpita Usca Mayta (Hurincuzcos); y llevó por general de toda la armada a su her­mano Tilca Yupangui y dejó con los que que­daron en tierra a Apo Yupangui.
Navegó Topa Inga y fué y descubrió las is­las Auachumbi y Ninachurnbi y volvió de allá, donde trajo gente negra y mucho oro y una de latón y un pellejo y quijadas de caballo: los cuales trofeos se guardaron en la fortaleza del Cuzco hasta el tiempo de los españoles. Este pellejo y quijada de caballo guardaba un inga principal, que hoy vive y dio esta relación, y al ratificarse los demás se halló presente y llámase Urco Guaranga. Hago instancia en esto, porque a los que supieren algo de Indias les parecerá un caso extraño y dificultoso de creer. Tardó en este viaje Topa Inga Yupanqui más de nueve meses, otros dicen un año, y como tar­daba tanto tiempo, todos le tenían por muerto, mas por disimular y fingir que tenían nuevas de Topa Inga, Apo Yupangui, su capitán de la gente de tierra, hacia alegrías; aunque después le fueron glosadas al revés, diciendo que aque­llas alegrías eran de placer, porque no parecía Topa Inga Yupangui; y le costó la vida”.



Análisis del relato de Sarmiento de Gamboa

Del relato transcrito por Pedro Sarmiento de Gamboa en 1572, se desprende:

(1) Que la información la recogió en el Cuzco y le fue relatada por Flernando Urco Guaranga, personaje de quien afirma que “hoy vive y dio esta relación”. Urco Guaranga aseguraba haber participado en la mentada expedición marítima de Túpac Yupanqui. Tenía en su poder algunos de los trofeos traídos de las lejanas is­las de Auachumbi y Ninachumbi, que hasta 1534 habrian sido conservados en el ternplo de Sacsahuaman.
(2) Que Urco Guaranga narró su historia a Sar­miento de Gamboa entre 1570 y 1572, y no posteriormente debido a que en 1572 concluyó su Historia Índica que le fue encargada por el virrey Francisco de Toledo (1515-1582).


(3) Que en 1572 Urco Guaranga debía frisar los 85 años, de acuerdo a lo que afirma un protocolo levantado y fechado en el Cuzco en aquel año y citado por Richard Pietschmann en su introducción a la primera edición de la obra de Sarmiento (Pietschmann 1906).


(4) Que la expedición marítima de Túpac Yu­panqui debió tener lugar alrededor del año 1500, fecha calculada sobre la base de que Ur­co Guaranga habría contado por entonces entre 15 a 17 años.


(5) Que se presenta una incongruencia, cuan­do se coteja la fecha estimada como válida para eL deceso de Túpac Yupanqui. En efecto, siguien­do la cronología de la capac-cuna de Cabello Valboa (1586), John Rowe (1946) calcula qué falleció hacia 1493; esto es unos siete a diez años antes de la fecha calculada para la expe­dición. La encrucijada debe, con todo, tomar en cuenta que las fechas de nacimiento, muerte y reinado de los soberanos incas proporcionadas por Cabello Valboa, son solo aproximadas; en todo caso el tema requiere de estudios más detenidos para fijar con mayor precisión las fe­chas de estos acontecimientos.

(6) Que, la incongruencia señalada no elimina la posibilidad de que Urco Guaranga navegara en la memorable jornada marítima.

(7) Que Cabello Valboa cita, por otro lado, a un tal Urco Guaranga como consejero de Huáscar, que cronológicamente bien podría haber sido el informante de Sarmiento de Gamboa.

(8) Que el soberano Túpac Yupanqui habría arribado en balsas, con velas, a lejanas islas que bautizó como Auachumbi [aua o agua= fo­ráneo / chumpi = motivos menudos (en tejidos) = ¿conjunto de islas de vistosos contornos?), y como Ninachumbe (nina = fuego (¿volcán?) / chumpi motivos menudos (en tejidos)=islas de vistosos contornos].

(9) Que de las legendarias tierras insulares se tenia noticia, de mercaderes que por vía marítima “habían venido por la mar de hacia el po­niente...” [a las costas peruano-ecuatorianas] “en balsas navegando a la vela”. Y que Túpac Yupanqui recogió estos informes “andando... conquistando la Costa de Manta y la isla de la Puná”.

(10) Que para “verificar” si eran ciertos los rumores acerca de la existencia de aquellas islas, Túpac Yupanqui acudió a Antarqui, quien poseído de sus poderes chamánicos “voló” hasta las mismas ratificando así la versión dada por los mercaderes.


(11) Que la expedición contó con una flota de “numerosísima cantidad de balsas” [probablemente con vela como las de los comerciantes mencionados y en las] “que [fueron embarca­dos] más de veinte mil soldados escogidos”. Esta cifra fue probablemente inflada por la tra­dición oral.

(12) Túpac Yupanqui se hizo acompañar por su hermano, llamado Tilca Yupanqui, a quien nombró “general de toda la armada” y que éste dispuso del apoyo de siete “capitanes” de los li­najes tanto de Hurincuzco tanto como de Ha­nancuzco.

(13) Que la expedición habría tardado en arri­bar a las lejanas islas “más de nueve meses” [y agrega que] “otros dicen un año…” Los datos citados no pueden ser verificados y acaso podrían ser exagerados por la propensión univer­sal de la memoria colectiva de engrandecer, con el transcurso del tiempo, los hechos históricos, dando paso a la leyenda.

(14) Que al retornar los expedicionarios trajeron consigo trofeos exóticos, que fueron depositados “en la fortaleza del Cuzco” [Sacsahuamán] “hasta tiempo de los españoles” en 1572 esta­ban algunos de éstos en poder de Urco Gua­ranca.

(15) Que el botín estaba originalmente conformado por “gente negra y mucho oro y una silla de latón y un pellejo y quijada de caballo”. Cuando Urco Guaranga era interrogado por Sarmiento en 1572, conservaba en su poder la “silla de latón, el pellejo y [las] quijadas de ca­ballo”. No así el oro; sobre la “gente negra” traída de las legendarias tierras no se hace mención.

(16) Que de haber sido Auachumbi y Nina­chumbi islas del conjunto de Lobos de Afuera, al estar éste ubicado a sólo 80 km. de las costas de Lambayeque, la expedición que comentamos no habría merecido especial atención o habría sido olvidada. Debido a su cercanía a la costa, la mentada expedición no habría empleado adi­cionalmente el tiempo señalado en el relato, de diez a doce meses.

(17) Que juicio semejante es aplicable igual­mente en el caso de que se estimara que las mentadas islas fueran del grupo Lobos de Tierna, que sólo está alejado veinte kilómetros de la costa.

(18) Que de acuerdo a lo expuesto, las islas de Auachumbi y Ninachumbe tendrían que haber estado ubicadas en espacios más alejados de las costas sudamericanas.

(19) Que las islas Galápagos o Archipiélago de Colón, conformado por cincuenta y cinco ínsulas que se ubican entre los paralelos 1º 36º de latitud S y 0º 34º de latitud N y los meridia­nos 89º 27’ y 91º 43’ de longitud 0 de Green­wich, distan unos 900 kilómetros de la costa ecuatoriana; pero que éstas no podrían haben incluido las islas de Auachumbi y Ninachum­be como lo puntualiza Thor Heyerdahl (1952), debido a que las islas Galápagos no están cons­tituidas por tan sólo dos islas sino por todo un archipiélago. Sin embargo, habría que tener presente que la voz chumpi alude a faja dotada de varios elementos. Con todo, es de toman en cuenta que las islas Galapagos estaban deshabitadas al descubrirlas accidentalmente el obispo de Panamá Tomas Berlanga en 1535, cuando una corriente alejó su nave que se dirigía rum­bo al Perú.

(20) Que Sarmiento de Gamboa afirma cate­góricamente que habría identificado las legendarias islas de Auachumbi y Ninachumbe. Refiere al respecto haberlas divisado en 1567, cuando a unas “ducientos y tantas Leguas de Lima” surcaba el Mar del Sur. La legua marítima equivale a 5.555 metros y 55 centímetros. Agrega Sarmiento que al notificar al “gobernador y licenciado Castro” sobre su descubrimiento éste le prohibió explorar las islas en cuestión, no­ obstante que se hallaba navegando cerca de ellas y participando en la incursión marítima de Álvaro de Mendaña (1549-1595), que lo condujo al descubrimiento de las islas Salomón en el archipiélago de Melanesia.

(21) Que de haber sido las islas Auachumbi y Ninachumbe las divisadas por Sarmiento de Gamboa, éstas se ubicarían en las proximida­des de las islas Marquesas. Con todo, el relato de Sarmiento no permite una comprobación en este sentido.

Balsa construida según el modelo empleado por los antiguos peruanos para la Expedición Chimok, de 1991, que condujera el español Pedro Neira. Foto: Archivo Federico Kauffmann Doig.

2. La versión de Cabello Valboa

Al relato sobre el viaje marítimo de Tápac Yu­panqui legado por Sarmiento de Gamboa y obtenido en el Cuzco, se suma el de otro cronis­ta, Miguel Cabello Valboa (1586).

La versión de Cabello Valboa fue obtenida independientemente de la registrada por Sarmiento de Gamboa. Los manuscritos de ambos autores permanecieron inéditos, el primero hasta el siglo XIX y el segundo hasta 1906. De haben conocido Cabello el manuscrito de Sar­miento, éste le habría servido para completan algunos pormenores como el relativo a Urco Guaranga, o aquel que se refiere al chamán An­tarqui. La versión de Cabello Valboa fue reco­gida durante la estancia en Quito del cronista, o tal vez en La costa del Ecuador como lo se­ñala Luis E. Valcáncel (1951); más de un dece­nio después de haben finiquitado Sarmiento su obra que redactó en el Cuzco.

No obstante lo señalado, comparando los datos proporcionados por uno y por otro cronista sorprende que concuerdan hasta en algu­nos detalles. Por ejemplo en lo que se refiere a que la navegación se prolongó por muchos meses, a que las islas abordadas fueron llama­das “Hagua Chumbi y Nina Chumbi” (Cabe­llo); como también en cuanto a precisiones acerca de la cantidad y calidad de los trofeos reclutados por la expedición.

 

Análisis del relato de Cabello

Del relato consignado en la obra de Cabello Valboa se desprende lo siguiente:

(1) Que su versión confirma lo aseverado por Sarmiento de Gamboa, en el sentido que Túpac Yupanqui, partiendo de las costas peruano-ecuatorianas realizó una titánica expedición marítima por aguas del Pacífico.

(2) Que las embarcaciones eran hechas de “cier­tos palos” (balsas) y que por encima de ellas se levantaba un recinto construido de carrizos (ca­ñizos) el que debió lucir techado. Embarcacio­nes de este tipo perduraron durante el período colonial, como se advierte por ilustraciones in­sertas en las obras de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1748), Alexander von Humboldt (1810) y de otros estudiosos americanistas de la época. Las dibujan en forma de balsas grandes, con ve­las, constituidas por troncos verticales sobre cuya superficie se presenta un tabladillo, que descansa sobre maderos horizontales, y encima del cual se erigía una construcción a manera de una vivienda; las fotografías de Enrique Brü­ning (Schaedel 1988, pp. 70, 82-84, 86-87), cap­tadas a fines del siglo XIX, la retrata a manera de una choza (Kauffmann Doig 1992, p.25).

(3) Que los pilotos eran naturales de las costas ecuatorianas “de mas [mayor] experiencia que pudo hallar” Túpac Yupanqui.

(4) Que fue el propio soberano quien coman­dó la expedición: “se metio en el Mar con el mismo brio y animo que si desde su nacimiento huviera experimentado sus fortunas y truecos”.

(5) Que la expedición se alejó de la costa “mas que se puede facilmente creer”; repitiendo al respecto, en términos generales lo transmiti­do por Sarmiento de Gamboa en cuanto a que la jornada se habría extendido por “espa­cio de un año”.

(6) Que la expedición terminó por tocar las islas de Hagua Chumbi y Nina Chumbi, en el mar del Sur; y que fueron bautizadas con estos nombres por los expedicionarios.

(7) Que Cabello Valboa presenta sus dudas acerca de cuáles habrían sido las dos islas ci­tadas en el relato.

(8) Que Túpac Yupanqui habría retornado portando diversos trofeos: “mucho oro y plata, y más una Silla de Laton, y cueros de animales como Cauallos”, además “trajo de alla Yndios prisioneros de color negra...”.

(9) Que lamenta la falta de interés “en este Piru [...] para averiguar [de] donde se puedan traer las tales cosas”. Esto es, la ausencia de una preocupación que hubiere llevado a identificar Haguachumbi y Ninachumbí en el mundo in­sular del Pacífico.

(10) Que inquirió en base a relatos de di­versos navegantes españoles, como el de Alon­so Niño (1486-¿1505?), que las islas estarían alejadas de Payta “ochenta ó cient leguas”; em­pero Cabello no llegó a pronunciarse cuáles serían las de Haguachumbi y Ninachumbi (La legua marítima equivale a 5.555 metros y 55 centímetros).

 

(11) Que por el hecho de que navegantes espa­ñoles habían descubierto diversas islas alejadas de la costa, la posibilidad de que la experiencia de Túpac Yupanqui no hubiera sido un inven­to se vería reforzada.

(12) Que presenta la sospecha de que en “cier­ta cordillera de Yslas”... [alejada] “cient leguas algo mas o menos” [sobre cuya existencia le informaron] “acreditados marineros’; podrían estar ubicadas Hagua Chumpi y Nina Chum­bi, abordadas por la flota de Túpac Yupanqui. El archipiélago distante de Payta “ochenta o cient leguas’; que menciona Cabello Valboa, podría acaso corresponder a las islas Marque­sas (Tuamotú); tomando en cuenta que la legua marina equivale a 5.555 kilómetros y 55 cen­tímetros, así como también a la circunstancia de que la expedición de Túpac Yupanqui ha­bría tenido una duración de varios meses.


Dibujo de una embarcación inca. Compartimentos: 1) Palos de balsa. 2) Amarre con sogas de bejuco. 3) Popa para carga y comando de remeros. 4). Sitio de los remeros. 5) Vela de tela de algodón. 6) Velamen en forma de T. 7) Cordel para orientar la vela. 8) Camarote y bodega. 9) Lugar de la capitanía o timonel mayor. 10) Timón principal.

 

 

3. Conclusiones generales

No obstante la curiosidad manifiesta por Ca­bello de Valboa de precisar geográficamente cuáles eran las islas de Ninachumbi y Ana­chumbi, y las indagaciones realizadas por varios autores modernos entre los que se encuentra Hermann Buse de la Guerra (1973) y Thor He­yerdahl (1952), autor de una pulcra y deteni­da investigación sobre travesías en el Pacífico partidas de las costas peruano-ecuatorianas, las islas abordadas por Túpac Yupanqui en su viaje rumbo a Oceanía siguen envueltas en lo enigmático en lo que toca a su identificación.


No puede discutirse, en cambio, a la luz de la eurística y la hermenéutica de la documenta­ción antigua, que la expedición haya en efecto tenido lugar. El tipo de embarcaciones, con las que contaban los antiguos peruanos para na­vegar, permitía alcanzar lugares alejados de la costa. Lo demuestran los viajes realizados por Thor Heyerdahl (1952, 1957) a las islas Mar­quesas y a Rapa Nui o Isla de Pascua.

Lo expuesto por Sarmiento de Gamboa acer­ca de que la expedición habría navegado “nueve meses, otros dicen un año”; así como la referen­cia sobre el número de participantes de “más de veinte mil’; deben considerarse como abul­tamientos legendarios del relato, destinados a engrandecerlo. Empero no invalidan la po­sibilidad que estemos frente a un hecho his­tórico.
La referencia a la entrevista del cronista Sar­miento de Gamboa con Urco Guaranca, y la circunstancia que una parte del botín obraba en 1572 en poder del citado informante, en el Cuzco, son pruebas adicionales de gran peso para sostener que la expedición de Túpac Yu­panqui no sea un mero mito.

La veracidad del evento marítimo podría ser apoyada adicionalmente por relatos antiguos, como el recogido por el empedernido viajero F. W. Christian, citado por Paul Rivet (1943, pp. 188-189). Este hace referencia a una incursión a la isla Mangareva, del archipiélago de Gambier, de un jerarca llamado Tupa. Este acontecimiento habría tenido lugar, cuando aún no eran empleadas las embarcaciones tí­picamente polinésicas (catamarán). Además, señala que sus protagonistas habrían sido na­vegantes procedentes del oriente, de Mangareva; acaso gente procedente del continente ameri­cano como propone Thor Heyerdahl (1996), quien precisamente destaca la coincidencia de la onomástica Tupa como un hecho muy re­levante en el contexto de su hipótesis acerca de que antiguos navegantes peruanos hubieran incursionado en Oceanía.

Debe tomarse en cuenta, con todo, que el archipiélago de Gambier en el que se ubica Magareva, está alejado de las costas del Perú unos 6,000 km. Dobla la distancia que separa la isla de Rapa-Nui o Pascua, ubicada a unos 3,760 km del litoral chileno. Por lo mismo Thor Heyerdahl (1957) se inclina en favor de la po­sibilidad de que las balsas de Túpac Yupanqui pudieran haber arribado más bien a la Isla de Pascua, que abordó y exploró en 1955/56 en su expedición Aku Aku.


Ciertas similitudes, entre algunas expresio­nes de la arquitectura de Rapa-Nui y del Perú incaico, sorprenden, debido a que conjuntos arquitectónicos pascuenses como Vinapu y Ahu Te Peu, recuerdan los de Sacsahuaman por ejemplo. Estos parecidos no constituyen empero pruebas de peso, en la discusión de contactos culturales transpacíficos; como tampoco el que sarcófagos antropomorfos de los Chachapoyas se parezcan a las gigantescas estatuas de Rapa Nui, por el hecho que en ambos casos los seres míticos son retratados con la mandíbula in­ferior destacada exageradamente, debido a que en ambos casos los personajes retratados portan una máscara que se confunde con la cara (Kauffmann Doig 1989).

El hecho que los actuales descendientes de los antiguos pobladores de la Isla de Pascua, de constitución física polinésica, continúen practicando una economía basada en la yuca (Manihot esculenta) y el camote (Ipomea ba­tata), tampoco permite afirmar tajantemente que la Isla de Pascua fuera ocupada por an­cestrales navegantes peruanos. En efecto, la dispersión del camote o kumara, así como de la yuca o mandioca, no se limita a la Isla de Pas­cua ni al Perú; estos cultígenos gozan de una amplia difusión tanto en Oceanía como en América, según lo ha demostrado el propio Thor Heyerdahl (1952). Con lo expuesto no se niega, sin embargo, la posibilidad de que los cultígenos mencionados fueran “exporta­dos” de América a Oceanía; contrariamente a lo que planteaba Paul Rivet (1943) que suge­ría una importación desde la Polinesia a la América.

En lo que respecta a la presencia de embar­caciones que habrían posibilitado travesías marítimas largas, como la emprendida por Tú­pac Yupanqui, es preciso subrayar que esta eventualidad quedó demostrada con los pro­longados viajes de Thor Heyerdhal (1952, 1957) por el Pacífico, partiendo de las costas suda­mericanas en una embarcación construida de acuerdo a modelos peruanos antiguos, y apro­vechando la dirección de las corrientes marinas.

Durante el segundo viaje de exploración emprendido por Francisco Pizarro y sus huestes en 1526 por las costas septentrionales del In­cario, el barco piloteado por Bartolomé Ruiz tropezó con una balsa provista de vela, tripu­lada por veinte personas, la misma que portaba cuantiosa mercadería (Sámano y Xerez 1527).


Balsas como la descrita en la crónica atri­buida a Juan de Sámano y Francisco de Xerez, continuaron usándose en la costa norte después de arribar los españoles; como puede verificar­se por los grabados en la obra de Jerónimo Ben­zoni (1572), de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland (1910), así como de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1748). También se dispone de fotografias captadas por Enrique Brüning en el último tercio del siglo XIX (Kauffmann Doig 1992). Balsas como las citadas eran des­tinadas a la navegación de cabotaje, por lo que no incursionaban mar adentro.

La expedición de Túpac Yupanqui rumbo al ignoto mundo insular de Oceanía, debe ser recordada como un antecedente, prehispánico, de la gesta marítima descubridora del mundo insular del Pacífico, en la que sobresalieron aguerridos navegantes españoles como Álvaro de Mendaña (1549-1595) o el portugués Pedro Fernández de Quiroz (1565-16 16), que con propiedad reconoció Australia (Busto Du­thurburu 1973; Lohmann Villena 1973); así como también las travesías en nuestro tiempo, emprendidas por Thor Heyerdahl (1952; 1957) en las embarcaciones Kon-Tiki y Aku-Aku y que demostraron que los antiguos peruanos pudieron navegar considerables distancias en balsas de vela, hasta acaso tocar los atolones de la Polinesia como lo asevera José Antonio del Bus­to (2000) en un libro que ha publicado respecto a la expedición marítima de Túpac Yupanqui.


De lo expuesto concluimos que la expedición de Túpac Yupanqui a Oceanía puede corres­ponder a un hecho histórico, por más que el relato encierre pasajes engrandecidos por la me­moria colectiva y aún tomando en cuenta que hasta ahora no haya podido ser fijada la ubica­ción de las islas de Auachumbi y Ninachumbi.

 

 

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