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Kis türelmet...
Bejelentkezés
Balsa
construida según el modelo empleado por los antiguos peruanos para la
Expedición Chimok, de 1991, que condujera el español Pedro Neira. Foto:
Archivo Federico Kauffmann Doig.
2. La versión de Cabello Valboa
Al
relato sobre el viaje marítimo de Tápac Yupanqui legado por Sarmiento
de Gamboa y obtenido en el Cuzco, se suma el de otro cronista, Miguel
Cabello Valboa (1586).
La versión de Cabello Valboa fue obtenida
independientemente de la registrada por Sarmiento de Gamboa. Los
manuscritos de ambos autores permanecieron inéditos, el primero hasta el
siglo XIX y el segundo hasta 1906. De haben conocido Cabello el
manuscrito de Sarmiento, éste le habría servido para completan algunos
pormenores como el relativo a Urco Guaranga, o aquel que se refiere al
chamán Antarqui. La versión de Cabello Valboa fue recogida durante la
estancia en Quito del cronista, o tal vez en La costa del Ecuador como
lo señala Luis E. Valcáncel (1951); más de un decenio después de haben
finiquitado Sarmiento su obra que redactó en el Cuzco.
No
obstante lo señalado, comparando los datos proporcionados por uno y por
otro cronista sorprende que concuerdan hasta en algunos detalles. Por
ejemplo en lo que se refiere a que la navegación se prolongó por muchos
meses, a que las islas abordadas fueron llamadas “Hagua Chumbi y Nina
Chumbi” (Cabello); como también en cuanto a precisiones acerca de la
cantidad y calidad de los trofeos reclutados por la expedición.
Análisis del relato de Cabello (11) Que por el hecho de que navegantes
españoles habían descubierto diversas islas alejadas de la costa, la
posibilidad de que la experiencia de Túpac Yupanqui no hubiera sido un
invento se vería reforzada.
Del relato consignado en la obra de Cabello Valboa se desprende lo siguiente:
(1)
Que su versión confirma lo aseverado por Sarmiento de Gamboa, en el
sentido que Túpac Yupanqui, partiendo de las costas peruano-ecuatorianas
realizó una titánica expedición marítima por aguas del Pacífico.
(2)
Que las embarcaciones eran hechas de “ciertos palos” (balsas) y que
por encima de ellas se levantaba un recinto construido de carrizos
(cañizos) el que debió lucir techado. Embarcaciones de este tipo
perduraron durante el período colonial, como se advierte por
ilustraciones insertas en las obras de Jorge Juan y Antonio de Ulloa
(1748), Alexander von Humboldt (1810) y de otros estudiosos
americanistas de la época. Las dibujan en forma de balsas grandes, con
velas, constituidas por troncos verticales sobre cuya superficie se
presenta un tabladillo, que descansa sobre maderos horizontales, y
encima del cual se erigía una construcción a manera de una vivienda; las
fotografías de Enrique Brüning (Schaedel 1988, pp. 70, 82-84, 86-87),
captadas a fines del siglo XIX, la retrata a manera de una choza
(Kauffmann Doig 1992, p.25).
(3) Que los pilotos eran naturales de las costas ecuatorianas “de mas [mayor] experiencia que pudo hallar” Túpac Yupanqui.
(4)
Que fue el propio soberano quien comandó la expedición: “se metio en
el Mar con el mismo brio y animo que si desde su nacimiento huviera
experimentado sus fortunas y truecos”.
(5) Que la expedición se
alejó de la costa “mas que se puede facilmente creer”; repitiendo al
respecto, en términos generales lo transmitido por Sarmiento de Gamboa
en cuanto a que la jornada se habría extendido por “espacio de un año”.
(6)
Que la expedición terminó por tocar las islas de Hagua Chumbi y Nina
Chumbi, en el mar del Sur; y que fueron bautizadas con estos nombres por
los expedicionarios.
(7) Que Cabello Valboa presenta sus dudas acerca de cuáles habrían sido las dos islas citadas en el relato.
(8)
Que Túpac Yupanqui habría retornado portando diversos trofeos: “mucho
oro y plata, y más una Silla de Laton, y cueros de animales como
Cauallos”, además “trajo de alla Yndios prisioneros de color negra...”.
(9)
Que lamenta la falta de interés “en este Piru [...] para averiguar [de]
donde se puedan traer las tales cosas”. Esto es, la ausencia de una
preocupación que hubiere llevado a identificar Haguachumbi y Ninachumbí
en el mundo insular del Pacífico.
(10) Que inquirió en base a
relatos de diversos navegantes españoles, como el de Alonso Niño
(1486-¿1505?), que las islas estarían alejadas de Payta “ochenta ó cient
leguas”; empero Cabello no llegó a pronunciarse cuáles serían las de
Haguachumbi y Ninachumbi (La legua marítima equivale a 5.555 metros y 55
centímetros).
(12) Que presenta la sospecha de que
en “cierta cordillera de Yslas”... [alejada] “cient leguas algo mas o
menos” [sobre cuya existencia le informaron] “acreditados marineros’;
podrían estar ubicadas Hagua Chumpi y Nina Chumbi, abordadas por la
flota de Túpac Yupanqui. El archipiélago distante de Payta “ochenta o
cient leguas’; que menciona Cabello Valboa, podría acaso corresponder a
las islas Marquesas (Tuamotú); tomando en cuenta que la legua marina
equivale a 5.555 kilómetros y 55 centímetros, así como también a la
circunstancia de que la expedición de Túpac Yupanqui habría tenido una
duración de varios meses.
Dibujo
de una embarcación inca. Compartimentos: 1) Palos de balsa. 2) Amarre
con sogas de bejuco. 3) Popa para carga y comando de remeros. 4). Sitio
de los remeros. 5) Vela de tela de algodón. 6) Velamen en forma de T. 7)
Cordel para orientar la vela. 8) Camarote y bodega. 9) Lugar de la
capitanía o timonel mayor. 10) Timón principal.
3. Conclusiones generales
No
obstante la curiosidad manifiesta por Cabello de Valboa de precisar
geográficamente cuáles eran las islas de Ninachumbi y Anachumbi, y las
indagaciones realizadas por varios autores modernos entre los que se
encuentra Hermann Buse de la Guerra (1973) y Thor Heyerdahl (1952),
autor de una pulcra y detenida investigación sobre travesías en el
Pacífico partidas de las costas peruano-ecuatorianas, las islas
abordadas por Túpac Yupanqui en su viaje rumbo a Oceanía siguen
envueltas en lo enigmático en lo que toca a su identificación.
No puede discutirse, en cambio, a la luz de la eurística y la hermenéutica de la documentación antigua, que la expedición haya en efecto tenido lugar. El tipo de embarcaciones, con las que contaban los antiguos peruanos para navegar, permitía alcanzar lugares alejados de la costa. Lo demuestran los viajes realizados por Thor Heyerdahl (1952, 1957) a las islas Marquesas y a Rapa Nui o Isla de Pascua.
Lo
expuesto por Sarmiento de Gamboa acerca de que la expedición habría
navegado “nueve meses, otros dicen un año”; así como la referencia
sobre el número de participantes de “más de veinte mil’; deben
considerarse como abultamientos legendarios del relato, destinados a
engrandecerlo. Empero no invalidan la posibilidad que estemos frente a
un hecho histórico.
La referencia a la entrevista del cronista
Sarmiento de Gamboa con Urco Guaranca, y la circunstancia que una parte
del botín obraba en 1572 en poder del citado informante, en el Cuzco,
son pruebas adicionales de gran peso para sostener que la expedición de
Túpac Yupanqui no sea un mero mito.
La
veracidad del evento marítimo podría ser apoyada adicionalmente por
relatos antiguos, como el recogido por el empedernido viajero F. W.
Christian, citado por Paul Rivet (1943, pp. 188-189). Este hace
referencia a una incursión a la isla Mangareva, del archipiélago de
Gambier, de un jerarca llamado Tupa. Este acontecimiento habría tenido
lugar, cuando aún no eran empleadas las embarcaciones típicamente
polinésicas (catamarán). Además, señala que sus protagonistas habrían
sido navegantes procedentes del oriente, de Mangareva; acaso gente
procedente del continente americano como propone Thor Heyerdahl (1996),
quien precisamente destaca la coincidencia de la onomástica Tupa como
un hecho muy relevante en el contexto de su hipótesis acerca de que
antiguos navegantes peruanos hubieran incursionado en Oceanía.
Debe
tomarse en cuenta, con todo, que el archipiélago de Gambier en el que
se ubica Magareva, está alejado de las costas del Perú unos 6,000 km.
Dobla la distancia que separa la isla de Rapa-Nui o Pascua, ubicada a
unos 3,760 km del litoral chileno. Por lo mismo Thor Heyerdahl (1957) se
inclina en favor de la posibilidad de que las balsas de Túpac Yupanqui
pudieran haber arribado más bien a la Isla de Pascua, que abordó y
exploró en 1955/56 en su expedición Aku Aku.
Ciertas similitudes, entre algunas expresiones de la arquitectura de Rapa-Nui y del Perú incaico, sorprenden, debido a que conjuntos arquitectónicos pascuenses como Vinapu y Ahu Te Peu, recuerdan los de Sacsahuaman por ejemplo. Estos parecidos no constituyen empero pruebas de peso, en la discusión de contactos culturales transpacíficos; como tampoco el que sarcófagos antropomorfos de los Chachapoyas se parezcan a las gigantescas estatuas de Rapa Nui, por el hecho que en ambos casos los seres míticos son retratados con la mandíbula inferior destacada exageradamente, debido a que en ambos casos los personajes retratados portan una máscara que se confunde con la cara (Kauffmann Doig 1989).
El hecho que los actuales descendientes de los antiguos pobladores de la Isla de Pascua, de constitución física polinésica, continúen practicando una economía basada en la yuca (Manihot esculenta) y el camote (Ipomea batata), tampoco permite afirmar tajantemente que la Isla de Pascua fuera ocupada por ancestrales navegantes peruanos. En efecto, la dispersión del camote o kumara, así como de la yuca o mandioca, no se limita a la Isla de Pascua ni al Perú; estos cultígenos gozan de una amplia difusión tanto en Oceanía como en América, según lo ha demostrado el propio Thor Heyerdahl (1952). Con lo expuesto no se niega, sin embargo, la posibilidad de que los cultígenos mencionados fueran “exportados” de América a Oceanía; contrariamente a lo que planteaba Paul Rivet (1943) que sugería una importación desde la Polinesia a la América.
En lo que respecta a la presencia de embarcaciones que habrían posibilitado travesías marítimas largas, como la emprendida por Túpac Yupanqui, es preciso subrayar que esta eventualidad quedó demostrada con los prolongados viajes de Thor Heyerdhal (1952, 1957) por el Pacífico, partiendo de las costas sudamericanas en una embarcación construida de acuerdo a modelos peruanos antiguos, y aprovechando la dirección de las corrientes marinas.
Durante el segundo viaje de exploración emprendido por Francisco Pizarro y sus huestes en 1526 por las costas septentrionales del Incario, el barco piloteado por Bartolomé Ruiz tropezó con una balsa provista de vela, tripulada por veinte personas, la misma que portaba cuantiosa mercadería (Sámano y Xerez 1527).Balsas como la descrita en la crónica atribuida a Juan de Sámano y Francisco de Xerez, continuaron usándose en la costa norte después de arribar los españoles; como puede verificarse por los grabados en la obra de Jerónimo Benzoni (1572), de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland (1910), así como de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1748). También se dispone de fotografias captadas por Enrique Brüning en el último tercio del siglo XIX (Kauffmann Doig 1992). Balsas como las citadas eran destinadas a la navegación de cabotaje, por lo que no incursionaban mar adentro.
La expedición de Túpac Yupanqui rumbo al ignoto mundo insular de Oceanía, debe ser recordada como un antecedente, prehispánico, de la gesta marítima descubridora del mundo insular del Pacífico, en la que sobresalieron aguerridos navegantes españoles como Álvaro de Mendaña (1549-1595) o el portugués Pedro Fernández de Quiroz (1565-16 16), que con propiedad reconoció Australia (Busto Duthurburu 1973; Lohmann Villena 1973); así como también las travesías en nuestro tiempo, emprendidas por Thor Heyerdahl (1952; 1957) en las embarcaciones Kon-Tiki y Aku-Aku y que demostraron que los antiguos peruanos pudieron navegar considerables distancias en balsas de vela, hasta acaso tocar los atolones de la Polinesia como lo asevera José Antonio del Busto (2000) en un libro que ha publicado respecto a la expedición marítima de Túpac Yupanqui.De lo expuesto concluimos que la expedición de Túpac Yupanqui a Oceanía puede corresponder a un hecho histórico, por más que el relato encierre pasajes engrandecidos por la memoria colectiva y aún tomando en cuenta que hasta ahora no haya podido ser fijada la ubicación de las islas de Auachumbi y Ninachumbi.
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